Antonin Artaud. Sobre el suicidio

«Sobre el suicidio», texto de Antonin Artaud, sobre pinturas de la serie Cuaderno Negro, de Eduardo Alvarado.
Recitante: Guillermo Lema.
Música: Fur Alina, de Arvo Pärt.

Antes de suicidarme quiero que se me asegure que así será, querría estar seguro de la muerte. La vida sólo se me aparece como un consentimiento a la legibilidad ilusoria de las cosas y a su vínculo con la mente. Ya no me siento como la encrucijada irreductible de las cosas, la muerte que cura, cura desligándonos de la naturaleza, pero ¿y si no fuera más que una suma de dolores donde no ocurren cosas?

Si me mato, no será para destruirme, sino para reconstituirme; el suicidio no será para mí más que un medio de reconquistarme violentamente , de hacer brutalmente irrupción en mi ser, de dejar atrás el incierto avance de Dios. Por medio del suicidio, reintroduzco mi diseño en la naturaleza, doy por primera vez a las cosas la forma de mi voluntad. Me libero del condicionamiento de mis órganos, tan mal adaptados a mi yo, y para mí la vida deja de ser un azar absurdo donde pienso lo que me dan a pensar. Elijo entonces mi pensamiento y la dirección de mis fuerzas, de mis tendencias, de mi realidad. Me coloco entre lo bello y lo feo, lo bueno y lo maligno. Me quedo suspendido, sin inclinación, neutro, presa del equilibrio de las buenas y las malas peticiones.

Porque la vida en sí misma no es una solución, la vida no tiene ninguna clase de existencia elegida, consentida, determinada. No es más que una serie de apetitos y de fuerzas adversas, de pequeñas contradicciones que alcanzan su fin o abortan siguiendo las circunstancias de un azar odioso. El mal, como el genio, como la locura, se encuentra instalado de manera desigual en cada hombre. Tanto el bien como el mal son el producto de las circunstancias y de un sentimiento que se potencia hacia algo más o menos activo.

Es ciertamente abyecto ser creado, vivir y sentirse irreductiblemente determinado hasta en los menores reductos, hasta en las ramificaciones más impensadas de su ser. Después de todo no somos más que árboles y probablemente esté inscripto en un recodo cualquiera del árbol de mi raza que algún día me mataré.

La idea misma de la libertad del suicidio cae como un árbol talado. No soy el creador del tiempo, ni del lugar, ni de las circunstancias de mi suicidio. Ni siquiera doy origen al pensamiento, ¿sentiré la arrancadura?
Puede que en ese instante mi ser se disuelva, pero si permanece entero, ¿cómo reaccionarán mis órganos arruinados, con qué órganos imposibles registraré yo el desgarramiento?

Siento la muerte sobre mí como un torrente, como el sacudón instantáneo de un rayo del que no alcanzo a imaginar la capacidad . Siento la muerte cargada de delicias, de dédalos en remolino. ¿Dónde está, en esto, el pensamiento de mi ser?

Pero he aquí de pronto a Dios como un puño, como una guadaña de luz cortante. Me he separado violentamente de la vida, ¡quise remontar mi destino!

Dispuso de mí hasta el absurdo, este Dios; me ha mantenido vivo en un vacío de negaciones, de encarnizados renegares de mí mismo, ha destruido en mí hasta los menores empujes de vida pensante, de vida sentida. Me redujo a ser como un autómata que camina, pero un autómata que sintiera la ruptura de su inconsciencia.

Y he aquí que quise dar pruebas de mi vida, que quise unirme a la resonante realidad de las cosas, que quise romper mi fatalidad.

¿Y qué dice Dios?

Yo no sentía ni la vida, la circulación de toda idea moral era para mí como un río reseco. La vida no era para mí un objeto, una forma; había devenido una serie de razonamientos. Pero razonamientos que daban vueltas en el vacío, razonamientos que no daban vueltas, que estaban en mí como esquemas posibles que mi voluntad no llega a fijar.

Para llegar al estado de suicidio, necesito el retorno de mi yo, necesito el libre juego de todas las articulaciones de mi ser. Dios me colocó en la desesperación como en una constelación de callejones sin salida cuya iluminación conduce hasta mí. No puedo ni morir, ni vivir, ni desear morir o vivir. Y todos los hombres son como yo.

7 Comments

  1. Hola Ricardo. Muchas gracias por colgar este fragmento de Artaud. Y el recitante… Lema…; no hablo francés pero me ha impresionado ese tono pasado por las lágrimas y el sarcasmo. No sabes cómo algunas veces he podido entenderlo. No querer ser parte ni siquiera de la naturaleza, al fin y al cabo, como dice, todos los hombres son como yo.
    Un saludo.

  2. Tengo muchas ideas cruzadas al respecto.
    No hay una cuota de egoismo?
    ¿No es la decisión más dificil y aun asi se toma igual porque es la unica forma que encuentra quien la elige de probarse que algo puede hacer ?
    ¿No sera decidir que puede decidir?
    Por no poder aceptar que se es un mortal mas entre todos los mortales.
    Hay locura o lucidez en el intante previo?
    ¿Teniendo plena conciencia de ese yo al que hace referencia,se puede vivir sin pensar en la muerte?
    Lo vi muy de cerca y no logro aun explicarme.

  3. En este momento me siento más muerto que vivo. Pero el suicidio ¿es una-la solución? Alguien dijo que en el suicidio no matamos lo que creemos que matamos. Artaud interpreta el suicidio como una toma soberana de la voluntad, no como algo meramente destructivo. Y Artaud tuvo más de un motivo para quitarse de en medio, y no lo hizo.

    1. El caso de Derechos de autor varia dependiendo de la nacionalidad del escritor, en el caso de Artaud ya pasaron los suficientes años de muerte. Sin embargo, debido a que Artaud no se vendió a ninguna editorial ni su familia reclamó los derechos; a partir del momento de su muerte sus escritos pasaron a dominio público. En el caso de traducirlo a otros idiomas, la condición es, que la traducción sea tuya, que no se reprodusca una traducción que no es tuya.

  4. El texto de Artaud me parece de una elocuencia demoledora. Tal vez nos lo legó para ser contemplado,no entendido o juzgado, como tantos otros. Para mí es indiferente que después se suicidara o no. La experiencia que comparte es total del momento en que escribe,no del futuro. Mi respeto por él,y por todos aquellos que han tocado el límite.

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