Laura Isola / Arte mexicano precolombino, en Proa. El poderío prehispánico

(Publicado en Perfil, 23.10.2011)

Hasta el 8 de enero de 2012 la Fundación Proa presenta “Dioses, ritos y oficios del México prehispánico”, una exhibición que reúne por primera vez en la Argentina más de 150 piezas arqueológicas de las diferentes culturas que habitaron el Golfo de México. Los dioses, sus diversas figuras y representaciones, los múltiples rituales desarrollados en nombre de ellos y los oficios ejercidos por los habitantes de la zona antes de la conquista española.

Personajes. Del centro de Veracruz. Todas ellas están datadas entre los años 600 y 900 d.C.

México es grande y poderoso. No sólo en su período virreinal o su primera revolución del siglo XX o en la actualidad, a pesar de sus ramalazos de violencia, es la inmensidad de su pasado prehispánico la que resulta arrolladora. En Buenos Aires, sobre todo, impresiona aún más. Desde estos arrabales con misiones urgentes como el freno al contrabando de los tiempos coloniales hasta la escasez de vestigios de los pueblos originarios, el país del norte es gigante y causa placer (y un poco de envidia) ver una de sus muestras del patrimonio arqueológico. Dioses, ritos y oficios de México prehispánico, que se exhibe en Proa, es una demostración de ese poderío, en todo sentido. Por un lado, estamos frente a un corpus en el sentido más académico del término. Es una selección de 150 piezas que se concentra en la zona de Veracruz y está conformada sobre el acervo de trece museos, dos casas de cultura, una zona arqueológica y un instituto de antropología. Y la cantidad no es lo único impresionante.
Por el otro, además, estamos frente al despliegue estatal de las impecables instituciones que significa semejante empresa. A su vez, David Morales, su curador, pensó tres ejes que están en el título, a la buena manera de las hipótesis claras: dioses, ritos y oficios. En el centro de ella están los artesanos y lapidarios, trabajadores de la piedra, que son el punto de unión de tres quehaceres, a primera vista un poco disímiles. Por sus manos pasan los dioses. Ellos los tallan, piedra con piedra, sin uso de otras herramientas,  para la cerebración de los ritos. Pero también otro grupo produce los objetos domésticos, las cerámicas, los elementos para los juegos y las pinturas murales.

El panteísmo de los pueblos prehispánicos es bastante conocido y está representado por distintas deidades, según las zonas. En el caso del área cultural mesoamericana, especialmente la veracruzana, hay dos, al menos, que tienen cierta originalidad: Xipetotec, el dios de la fertilidad, y Mictlantecutli, el señor de la muerte. Junto a Tláloc, deidad del agua y muy reconocido por sus orejas y colmillos, y Tlazolteotl, dios narigudo, forman el núcleo duro de las representaciones de las creencias. La bienvenida a la muestra la da Xipetotec con su traje de piel humana, que alude a los desollamientos que se practicaban en el culto a la fertilidad. Una vez que se le quitaba el corazón con una pericia sorprendente al sacrificado, le desprendían la piel y se la ofrendaban a “Nuestro Señor el desollado”. La imagen es notable con su traje de apariencia escamada, ya que es la grasa del cuerpo que queda del lado de afuera.  El sitio más grande al culto de la muerte está en Veracruz y se llama El Zapotal. Allí, la imagen del dios descarnado y reconocible por su cráneo y las diosas que lo acompañan es de tal fragilidad que no ha sido trasladada. Naturalmente no es la única escultura, y como en el Templo Mayor de Ciudad de México o en el British Museum, hay una en esta muestra. Como un muerto vivo, ya que figura ese paso entre un estado a otro, exhibe su tocado y deja ver algunas articulaciones como reflejo de ese tránsito.

Desde una perspectiva actual e irónica, “el que gana, pierde” puede ser el lema sobre el juego de pelota que practicaban los totonacas, según se cree responsables de los vestigios encontrados. Es que el ganador era el sacrificado, ya que era el hombre elegido para ser entregado a los dioses. En El Tajín, uno de los sitios más hermosos de la zona, se encuentra el gran friso que relata la escena del juego y del sacrificio posterior. En la exhibición se puede notar que la versión del juego es la que se hacía con una especie de raqueta y no la que golpeaban con las caderas. Lo que pasa es que es un rito que se extendió durante tres mil años y fue variando en sus reglas e implementos hasta que durante la dominación española fue prohibido por Torquemada.

Cuenta David Morales Gómez, curador de la muestra, que en su recorrida por los distintos museos de los pueblos para seleccionar las piezas, en uno muy pequeño lo recibieron la banda del pueblo, los alumnos de la escuela y un cartel que saludaba al Xipetotec que se iba a Buenos Aires. Así como el desollado, muchos de los objetos de esta exhibición es la primera vez que salen de gira. Algunos de ellos ni siquiera han sido mostrados en sus respectivos lugares. En ese sentido, la muestra no sólo establece un vínculo evidente con la arqueología y la descripción de las funciones de las piezas. Hay una valoración estética de los hallazgos arqueológicos que también es mexicana: la de Rufino Tamayo. Esa que consideró que la belleza de las obras precolombinas tenía un valor semejante al del uso. En su caso y para su propia estética. A veces, hasta mayor.

Dioses, ritos y oficios del México prehispánico

Hasta el 8 de enero de 2012

De martes a domingo de 11 a 19.

Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929)

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